sábado, 7 de marzo de 2009

XLVI


Cuan hermoso tú, el desvelo;
testigo silente del encuentro furtivo,
en ti resguardados amantes cautivos,
buscando tu abrigo
para satisfacer sus caprichos.

Cuan hermoso para mí
has sido tú, el desvelo;
cuantas noches acompañando
mis ojos abiertos;
tomaste de mi mano
el secreto que celo;
y devolviste un puñado
de estrellas en reflejo.

Me has amado así,
sencillamente en silencio;
descubriendo el escondite
donde reposan los sueños;
piel con piel te abrigaste
al calor del deseo;
y dejaste tu marca eterna
para siempre en un beso.