LXXIV

Algún día encontrarás la palabra,
perdida tantos años furtiva,
herida por el correr del viento,
aquella ahogada en el silencio,
tu esencia oprimida desde el instante
en que el valor se escondió
en el anochecer del tiempo.
Encontrarás la estrella añorada
que marque el camino de tu existencia,
y guíe tus pasos de eterno errante,
hacia el eterno azul infinito
desde donde nacen los milagros
que en un principio te habías prometido.

LXXIII

Florece nuestro amor
al caer el sol
en la noche eterna,
cuando ya no hacen falta
manos para tocarse,
y los susurros sobran esta noche
que llegó para quedarse...

LXXII

Necesito reinventar la sonrisa
que ha quedado en un rincón del olvido,
aquella que iluminaba el camino
al cruzarse fugaz con tus labios,
que guardaba el silencio de un te quiero
encendido entre tus brazos.

Necesito reencontrar la luz
que se ha ido tras tus pasos fugitivos,
añoranza de momentos compartidos,
buscando aún en los ojos ajenos del vacío,
tantas tardes que arrullaban
nuestro dulce cariño prometido...

LXXI

Tu ausencia es el silencio que carcome
el instante inmutable del tiempo,
aquí donde tu sombra se confunde con la mía,
quedan todavía los restos de la aurora
que alguna vez iluminó nuestra historia.

En aquel nuestro lugar siguen
nuestros besos escondidos ya sin dueño,
sus sabores ya gastados por el orgullo amargo,
no amanece más el alba para ellos,
todo ha quedado inerte convertido en recuerdo.