sábado, 26 de septiembre de 1998

XIII

Dentro de este círculo aústero y vicioso
que se ha formado enrededor,
aparecen cada vez más vaporosos y distantes
tus ojos inmóviles, fríos y sin color.

Por dentro,
el fuego que antes clamaba
el contacto perpetuo de tu amor;
ahora parece dormirse indiferente
y apagarse deslumbrado
por un despertar ensoñador.

Vivir en una esquina,
en un naufragio del mismísimo redentor,
parece todo suspendido
en el juego del tiempo
que tu mano y la mía calculó.

Malditas sean las noches
en que mi plegaria nunca te llegó,
gritar no sirve de nada;
pero callar sólo mata al corazón.