jueves, 9 de junio de 2011

LXXVIII

Después de toda el agua
que derramó la tormenta,
que desbordó el corazón
con turbia tristeza,
hundiendo los sueños
rotos de grandeza,
escalera de cristal,
devuelta en pedazos
no dejan alcanzar
la añorada estrella.
Mi voz desnuda atormenta
esta noche
en solitaria agonía,
al silencio reclama
a qué lugar
corrieron a esconderse
los latidos de tu alma furtiva...