domingo, 29 de mayo de 2011

LXXVII

No tengo mucho que ofrecerte
para que estés conmigo;
Pero puedo un puñado de besos
regalártelos para el camino;
Puedo traer para tí
un abrazo largo y eterno
para que te dé cobijo;
Y no pases frío cuando
la luna se esconda
del silencio repentino.
Puedo entretejer de mil colores
tus sueños en hilos de plata;
para que los cuelgues del espejo,
y se reflejen en tus ojos
el infinito eterno de un segundo
en el que buscas su mirada.