sábado, 8 de junio de 2002

XXXIII

Que quedó de tu amor no lo sé,
porque para resguardarme del frío
mi corazón quemó
casi todos tus recuerdos.
Tu rostro se fue primero,
después tus manos,
después tu pelo;
y siguiendo
el sonido de tu risa
se consumieron uno a uno
todos tus besos.

Ya no sé
que quedó de tu amor,
porque he tenido tanto frío,
que para no enfermar
tuve que quemar
también tus sueños.

De a poquito tus abrazos
se quemaron en el fuego,
y tus cartas me duraron
una noche lluviosa de invierno.

Al último me quedó la esperanza
que regreses y me lo repongas
todo de nuevo,
pero hace tanto frío
y corre tan lento el tiempo;
que ahora también la estoy usando
para no morir en el intento.

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