Me atrevo a soñar
un viejo sueño roto,
ajado de recuerdos grises,
escondido entre la bruma
de un pálido domingo,
como quien no conoce
de amaneceres tristes.
Me atrevo a cortar
la tela que lo envuelve,
ya casi sin color víctima
del tiempo inerte,
mientras desempolvo
sus suspiros perdidos,
se parece al lánguido reflejo
de lo que nunca fue existente.
Me atrevo a soltar
entumecido el corazón
de recuerdos fracturados,
vuelan sus pedazos al viento,
y se vuelven ceniza,
y se vuelven mil luciérnagas
que explotan todas juntas
en fuegos de colores sin tiempo.
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